Una vieja tradición popular proveniente desde las profundidades de la India nos cuenta que hace muchos años existía un reino gobernado por Shahn Jahan y su esposa, la princesa Mumtaz Mahal.
El Rey todas las mañanas la despertaba con dulces melodías que el tocaba en su nombre. Por la tarde daban largas caminatas mientras el Rey le regalaba a su mujer, cada atardecer al pie de las montañas que rodeaban sus dominios. Ya han pasado 15 años justos como esposos y nunca se habían dejado se amar. Habían sobrepasado hambrunas, guerras y sobrevivir a 13 hijos, 5 hombre y el resto mujeres. Sin embargo, debido a las guerras, los 5 varones habían muerto y no se tenía sucesor a la corona.
Nada hacia suponer que la princesa lo dejaría después de pasar tantos años juntos, después de recorrer el extenso territorio indio y llenos de una vida plena y de aventuras juntos. Nadie se imagino que al nacimiento de su hijo decimocuarto, la hermosa princesa no llegaría a escuchar el llanto de su nuevo bebe. Entro el Rey a una habitación donde estaba reunidos los pertenecientes al consejo real.
– ¿Qué esta pasando?, ¿por qué están todos aquí?, dijo de Rey de un modo asustado.
– Ha nacido tu nuevo heredero al reino, tienes que estar feliz, le dijo uno de los que se encontraban sentado en la mesa.
– Y Mumtaz, ¿cómo se encuentra ella?.
– Mumtaz ha muerto, pero no te preocupes, ya se están haciendo todos los preparativos para honrarlas. Ahora tu deber es estar con tu hijo.
Se sintió un aire helado en todos los pasillos y todas las habitaciones que rodeaban la sala donde se encontraban todos reunidos. Finalmente el viento entro en el mismo instante en que el Shahn Jahan se arrodillo en el suelo y empezó a gritar despavorido.
– ¿Qué estas diciendo?! ¿Qué estas diciendo?!! Ella no puede haber muerto, ella es lo único que tengo, me entiendes? Me entiendes?!! Y siguió tirado largo tiempo, con el rostro pegado al suelo y mirándolo fijamente, enajenado.
Esa noche seria la primera noche en 15 años que dormiría solo. Lloro durante largo rato hasta que se quedo dormido encima de sus miles de te quieros que luego se convertirían en miles de sonidos al vacío. A la mañana siguiente, tenia en el rostro solo un gesto, dolor. Caminó por el palacio y miro el mausoleo que le estaba construyendo a la princesa tal como le habían dicho.
– ¡Qué diablos es esto!, grito el Rey. ¿Puede decirme qué demonios están haciendo aquí? Ella era su reina ¡y están haciéndole un mausoleo como cualquier otro!
Inmediatamente ordeno que se construyera un fastuoso mausoleo, uno que jamás se haya construido antes en ningún rincón del planeta. Para esto, mando traer desde todos los rincones de la India y de Asia central las piedras más hermosas y preciosas que se conocían: jade, jasper, cristal, turquesas, lapislázuli, zafiros, carbón, cornalina, diamantes y mármol.
El consejo se reunió para decirle que el gasto de ese mausoleo iba a ser excesivo. Pero el Rey fiel a su amor, no escucho a ninguno de los consejeros y siguió con su plan. Busco al arquitecto que siempre servia al reino y había hecho los mejores trabajos de construcción en los jardines y torres del palacio, Jahangir.
– Quiero que hagas un trabajo para mí, dijo el Rey.
– Por supuesto mi Rey, siempre es un placer servirle. Contesto Jahangir.
– Pero esta vez, todo será diferente, le dijo con tono preocupante. – Esta vez tendrás que hacerle un palacio a una reina muerta. Y para hacerlo, tendrás que sentir el dolor que siento yo.
– No comprendo que es lo que mi Rey quiere.
En ese momento entra la mujer del arquitecto, escoltada por dos guardias del Rey y la matan. Jahangir ve morir a su mujer y sintió cómo una vacío le llena el alma y como empezaban a brotar lágrimas sin poder controlarlas, caían una a una sobre el suelo gris. En eso, el rey se acerco y mientras se llevaban a su mujer muerta, cogió la cara de Jahangir y la levanto contra su rostro, y le dijo: ¿ahora entiendes lo que quiero que hagas? Y entre lágrimas Jahangir contesta con los ojos cerrados: sí, sé como tiene que ser ese palacio.
Devastado, el Rey, año a año siguió la construcción del palacio que se llamaría Taj Mahal, "La corona de la Reina". El féretro de ella se encontraba en el centro de el inmenso complejo que se estaba construyendo a su alrededor. No se ahorraría gasto alguno para lograr que su lugar de descanso final fuese magnifico. Pero, al convertirse las semanas en meses y luego los meses en años, el dolor de Mumhaz Mahal fue eclipsado por su pasión por el proyecto. Ya no lloraba por la ausencia de ella. La construcción lo consumía.
El Taj Mahal se construyo en 16 años, 8 meses y 4 días, se utilizaron en él 20 mil hombres y mil elefantes. Todo el reino estaba muy afectado por lo que significo construir este palacio. Un día, mientras caminaba de un lado a otro de la obra construida el Rey quiso construir un mausoleo idéntico en la ribera opuesta del río Yamuna, remplazando el mármol blanco por el negro. La leyenda dice que el príncipe Aurangzeb de 16 años, 8 meses y 3 días, destrono al padre antes de que la versión negra pudiera ser edificada, y hasta ahora yacen los restos de mármol negro cruzando el río. Al otro lado, a pesar de sus adornos severos, puramente geométricos, el Taj Mahal flota. El fondo de la puerta principal es como una ola y en la cúpula, la inmensa cúpula, hay algo levemente excesivo, algo que todo el mundo siente, algo doloroso y por donde se mire, la misma realidad. Porque el color blanco no es real, no pesa, no es sólido. Falso bajo el sol, falso al claro de luna, parece la encarnación de todas las cosas puras, de todas las cosas infelices, como una lagrima saliendo de la misma tierra, queriendo caerse al cielo.